Cristóbal Balenciaga
Cristóbal Balenciaga
Balenciaga nació en Guetaria, un pueblo pesquero de la costa vasca. Su padre, murió cuando Cristóbal tenía 11 años. Su madre se hizo cargo de la economía doméstica y se dedicaba a coser para sacar adelante a la familia. Este hecho permitió a Cristóbal, el pequeño de cinco hermanos, familiarizarse con el patronaje y la costura desde una edad muy temprana.
La fama y el prestigio de Cristóbal Balenciaga como modisto han traspasado todas las fronteras y han calado hondo entre sus colegas de profesión. Según sus propias palabras, “un modisto debe ser arquitecto para los planos, escultor para formas, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo en el sentido de la medida”.
Tras unos años de incipiente éxito, Balenciaga abrió una tienda llamada Eisa (como homenaje a su apellido materno) en San Sebastián, en 1919 que se expandiría hacia Madrid y Barcelona La Familia Real Española y la aristocracia llevaban sus diseños. Cuando estalló la guerra civil española, se vio forzado a cerrar sus tiendas, y se trasladó a París. Balenciaga abrió su taller parisino en la avenida George V en agosto de 1937.
presentó su primera colección y el éxito fue fulminante. Sus creaciones, basadas en la comodidad, la pureza de líneas, la reinterpretación de la tradición española y en el desarrollo de los volúmenes, marcarán la moda entre los años 40 y hasta mayo del 68, cuando la Alta Costura empieza a perder peso en favor del prêt-à-porter. Precisamente ese año decide echar el cierre y volver a España donde muere en 1972.
“La mujer debe andar de manera natural y no sentirse insegura en su paso”, sentenciaba Balenciaga, que siempre se mantuvo fiel en sus propuestas al tacón bajo, la falda por debajo de la rodilla y la manga tres cuartos.
De la primera etapa de la maison destaca el interés de Balenciaga por crear volúmenes insospechados y líneas fluidas, algo que supo entremezclar a la perfección con la reinterpretación y actualización de prendas propias del folclore como la capa o el kimono –por influencia de Madeleine Vionnet. Las referencias al mundo pictórico, sobre todo a las obras de Goya, Zuloaga y Velázquez y de las que dio buena cuenta la exposición "Balenciaga y la pintura española" celebrada en el Museo Thyssen, y a la cultura española, reapropiándose de la chaquetilla de torero, la mantilla y otros elementos de la tradición textil nacional, fueron marca de la casa hasta el año 1968, cuando el modisto se retira cerrando una etapa.
Desde ese año, Balenciaga permanece en el olvido, hasta que, en 1987, Michael Goma recupera la firma y lanza una línea Pret A Porter, pero no obtiene la repercusión esperada. Por lo que en 1992, Josephus Melchior Thimister toma el liderazgo e intenta elevar el tono de los diseños.
El desconocido Thimister, mitad holandés y mitad belga, presentó una primera colección prêt-à-porter basada en dos colores; el negro y el azul tinta y “con un marcado sentido de la Alta Costura”. A pesar de todo, la respuesta por parte de la industria siguió siendo templada, alejada de lo que supuso la casa Balenciaga en su primera época. La empresa vive, sobre todo, de su pasado y de la venta de perfumes.
En 1997, el testigo pasa al diseñador francés Nicolás Ghesquière, que, con sólo 24 años, recibe el encargo de devolver a la marca sus característicos volúmenes escultóricos y su aire vanguardista.
Sus primeros desfiles están protagonizados por el color negro y tienen un claro objetivo: reinterpretar el espíritu del modisto español: “De él he querido conservar, sobre todo, su concepto de redondez. Yo juego con los volúmenes pequeños y grandes como lo hacía el maestro, porque creo que dan una buena idea del confort. Esta es la verdadera revolución de Balenciaga, que jugaba constantemente con los volúmenes, pero regalaba a la mujer mucha más libertad que los demás creadores de su tiempo”.
En 2008, gracias a Nicolás, hubo una colección histórica para la firma. Sus vestidos y dos piezas con estampados florales y manga abullonada y su interpretación de las gladiadoras en versión bota empataron a expertos de todo el mundo.
En el año 2010 se produjo un giro y cuando todo el mundo miraba hacía el pasado en sus colecciones para el otoño/invierno del 2011, Balenciaga, se imponía como una de las pocas propuestas que miraba de frente al siempre temido futuro. Estructuras complejas que proponían auténticos y coloridos rompecabezas.
En esta oportunidad, esta colección contaba con abrigos, chaquetas y trajes que exigían un mapa para comprender su estructura.
Investigado por Zoe Fernandez
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